Una noche, algo emerge del pantano negro al fondo de la quebrada; algo que murmura, una y otra vez: “¿Qué soy?, ¿qué soy?”. Un ornitorrinco contesta: “Eres un bunyip”. Pero aparentemente los bunyips no existen y, si existen, no se parecen a nada. Una metáfora sobre la búsqueda de la identidad, la pertenencia y, quizás, el amor.