De un blog amigo: ¿Dónde está Tomás?

Por Germán Gautier, para Viva Leer

La escritora peruana Micaela Chirif vuelve a deslumbrar en un álbum ilustrado con su pluma seca y poética. Esta vez acompañada de la ilustradora española Leire Salaberria, construyen una historia donde madre e hijo exploran mundos imaginarios.

Existen preguntas que son útiles para movernos en el mundo práctico y otras que nos ayudan a abrir ventanas cuando estamos ante lo asombroso. Ambos casos y de forma superpuesta se dan cita en ¿Dónde está Tomás?, el último libro de la escritora peruana Micaela Chirif y la ilustradora española Leire Salaberria.

Al igual que su libro anterior, Desayuno (Polifonía, 2013), el escenario es una casa. Es una casa amplia, luminosa, que pareciera estar al margen del tiempo. En ella una mujer prepara un pastel en la cocina. Los lectores pueden jugar a nombrar los elementos: la mantequilla, los huevos, el chocolate; también las ollas, las plantas, el zorro de felpa que aguarda en la silla de niños. La ilustración en doble página nos prepara para la primera afirmación: A Tomás le gusta esconderse; y, en seguida, para la siguiente interrogante: ¿Dónde se habrá metido esta vez?

La autora ya nos muestra la punta de una hebra muy seductora. Imposible no acompañarla en el juego.

Ver y leer, leer y ver. El orden no altera la magia. La magia es la síntesis del álbum ilustrado, donde lo que sucede entre la imagen y el texto no siempre es coherente, y requiere la complicidad de un lector que explique, que intente componer un cuadro algo desconcertante, tal como la vida misma.

Debajo de la mesa un niño lee un libro de dinosaurios. El llamado sigue resonando: ¡Tomás! ¡Tomás! La siguiente doble página es decidora. Tomás está sentado sobre un tocón, muy tranquilo, viendo un paisaje jurásico en donde estallan volcanes y caen meteoritos. El texto, breve y preciso, dice: Pero Tomás no la escucha.

¿Dónde está Tomás? es un libro delicioso, cuidado en el mínimo detalle por Ediciones Ekaré Sur. Desde los bordes redondeados de sus hojas, hasta el formato y el papel seleccionado. Este es un texto para mostrar, atesorar, leer y releer. Chirif y Salaberria logran en 124 palabras y 16 ilustraciones introducirnos a lo mejor de la literatura infantil. Juntas construyen una riqueza expresiva, tan sensible, que el sentido será de una forma para un niño de 6 años y de otra para una madre de 26. En esa distancia interpretativa ambos se reconocen, ambos pueden jugar.

Con los colores trabajados por la ilustradora, los viajes por la selva, por el espacio, por una isla tropical son momentos esplendorosos, llenos de vigor. Son ese tipo de viajes que no requieren kilómetros, pero que quedan almacenados en nuestra memoria emotiva. Tal vez por ello, cada vez que la narración regresa al hogar Tomás está escondido. Dicen que alcanzar esos mundos oníricos requiere cierta soledad.

Los detalles tanto del texto como de las imágenes son tan ricos, que a veces uno como lector también se pierde entre la realidad y la fantasía. Al final son las dos caras de una misma moneda, una la inspiración de la otra. Y aquella percepción se confirma sobre el final del libro, cuando creemos ya insalvable la fractura entre estos dos tiempos, entre estos dos personajes. Pero la madre sorprende a moros y cristianos cuando encuentra a Tomás, le convida un trozo de pastel, se mete a la caja de juguetes, cierra los ojos y junto a todos los personajes del libro navegan río abajo. El cierre es bellísimo, imagen pura de la complicidad maternal.

Las preguntas, pareciera decirnos este libro, están cerca de los sueños. Habrá que atreverse a pronunciarlas y tomar coraje para cabalgarlos.

*Esta reseña de Germán Gautier se publicó el 24/01/17 en Viva Leer – Copec

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