Mi sobrina Mariana tenía tres años cuando le conté este cuento. Como estaba entre mis brazos, pude percibir que su corazoncito latía fuerte y rápido cuando llegó el instante en que la niña ve el lobo en la cama de la abuela y los dos empiezan a charlar. Hice una pausa. Inmediatamente, ella pidió:

-Cuenta más, tía, ese miedo me encanta…

A lo mejor, esta es una de las razones secretas para la fuerza y permanencia de este cuento clásico de la literatura universal, que todos tenemos el derecho de conocer. Todos necesitamos saber, desde niños, que existen peligros y que tenemos miedo. Pero podemos vencerlos y tenemos ayuda para eso. Cuentos como este son una ayuda posible, desde temprana edad.

La forma como Verónica Uribe nos trae Caperucita Roja en esta versión es perfecta, en un lenguaje exacto. Mantiene la calidez y ternura de la relación entre niña y abuela o madre. Destaca la belleza de la naturaleza en el bosque, que nos recuerda como el mundo es admirable. Revela como una niña es capaz de sentir miedo e intuir el peligro en la penumbra de la habitación donde se oculta la falsedad. Y, rápidamente, hace que llegue la salvación. Respeta las líneas maestras del cuento clásico, que es importante que todos conozcamos. En la justa medida, transmite miedo al lector, lo tranquiliza y lo hace aprender con la experiencia.

Todo niño o niña merece encontrar una historia como esta, narrada de esta manera.

Entrevista a la ilustradora de Caperucita Roja y el Lobo Feroz:

Andrea Mahnke: ¿Cuántas líneas estás dispuesta a hacer?

Conoce el libro Caperucita Roja y el Lobo Feroz:

Caperucita Roja y el Lobo Feroz