El libro tuvo una primera edición limitada en 2015. Se trató de 30 ejemplares, numerados y encuadernados a mano por Notas de Arte, que se lanzaron en PLOP! Galería coincidiendo con la inauguración de la muestra Bandada, de Raquel Echenique. “Un objeto único, atesorable y heredable a las nuevas generaciones”, sostuvo en aquella oportunidad el equipo de Troquel, el Centro de Estudios de Fundación La Fuente. Y puntualizó: “Esperamos una edición masiva para que llegue sin temor a todas las estanterías escolares de Chile”.
Un año después, Diez pájaros en mi ventana ya estaba disponible para todo público, y en solo un par de meses ha logrado un espacio destacado dentro del panorama literario para niños y jóvenes. Con una materialidad y un formato poco convencionales, el libro significó un gran desafío para su diseñadora, Verónica Vélez, con quien conversamos para saber más detalles de su proceso de creación.
Los poemas de Felipe y las ilustraciones de Raquel son, en sus respectivos lenguajes, muy potentes. ¿Cuál fue el concepto que trabajaron para lograr el diálogo entre ambos?
Tanto los poemas de Felipe como las ilustraciones de Raquel son muy ricos en sutilezas, son elegantes, y esos puntos son los que rescatamos para hacerlos dialogar. Las ilustraciones de Raquel interpretaron preciosamente los poemas de Felipe y, por ejemplo, lograron fundirse con los caligramas de tal forma que texto e ilustración se vieran como uno. Es aquí donde a través del diseño intentamos que ninguno de los dos perdiera protagonismo.
Utilizamos un papel opaco y con un suave tono cálido para que los colores mantuvieran cierta “temperatura” característica. Dejamos mucho blanco en las páginas donde se encuentran los poemas para que estos resaltaran, pero con una tipografía elegante de modo que el foco de atención fuera el contenido, que no se viera como un grito. Al igual como los poemas e ilustraciones están llenos de sutilezas, la tipografía que elegimos para los títulos nos permitió hacer lo mismo a través del diseño, a través de pequeños detalles que rompen suavemente la estructura de las mayúsculas.
El formato también transforma al libro en un objeto personal, no es para tenerlo en una mesa de centro, es pensado para que lo encontremos en un velador. Es a través de todos estos aspectos que la potencia de los textos e ilustraciones del libro logran brillar por si solos, no necesitan ser adornados ni saturados, todo lo contrario.
La portada y la encuadernación son muy especiales. ¿Por qué decidieron darle ese protagonismo?
Si bien el formato que elegimos para la portada y la encuadernación se caracteriza por ser poco convencional, la idea fue que más que un grito en la vitrina fueran un llamado a descubrir. La cromática de la portada es bastante suave, no genera un impacto visual chocante, pero cuando tienes el libro en las manos comienzas a explorarlo y a descubrir todos los distintos detalles: las sutilezas de la ilustración, el misterio que esconden las ventanas, los suaves brillos que entrega el barniz y resaltan a los diez pájaros y a los protagonistas ocultos de la contraportada, etc. Es así como al jugar con la portada se genera un interés por entrar al libro y descubrir estos mismos ricos detalles que encontraste en el exterior. El formato del libro le da un valor como objeto también, pasa a ser un tesoro personal.
Según tu punto de vista: ¿Qué rol cumple el diseño en una publicación para niños o jóvenes?
El aporte del diseño parte por el primer encuentro que tiene el lector con un libro: la portada. Esta tiene que captar la atención, ser un abreboca de lo que se encontrará el lector en el interior y también lograr diferenciarse de sus pares en una vitrina o góndola. Luego, en el interior del libro existen muchos detalles distintos que vuelven a vincular al lector con el contenido como el tipo del papel, la tipografía, el formato del libro, la composición, etc. Creo que sobre todo en el caso del interior de un libro ilustrado, la labor del diseño muchas veces es pasar desapercibido. Debe lograr que texto e imagen se fundan de tal forma que la lectura fluya de manera natural, que uno no se coma al otro sino que haya un equilibrio entre ambos, que lo llamativo del libro sea su contenido.