Por Pablo Álvarez, editor de Ekaré Sur
“Todo se transforma”, parecen decir sus libros. Asimismo, su trabajo es una constante búsqueda de formatos, materialidades, maneras de expresión gráfica y textual. Sus álbumes y proyectos ilustrados representan, fielmente, ese fluir constante de la materia.
En Ediciones Ekaré ha publicado los álbumes Árboles (2015) y El jardín mágico (2016), interesantes propuestas de libros informativos, contados en un lenguaje poético y con ilustraciones que logran transitar y representar esos registros de la poesía y la información. También publicó Filemón y Baucis (2015) y Dédalo y Perdiz (2016), dos pequeñas joyas basadas en las Metamorfosis de Ovidio; libros que dialogan con el poeta latino, pero que significaron una búsqueda y una reinterpretación, tanto a nivel de relato como de imagen. Las ilustraciones son cuidados linóleos que privilegian a los personajes y su posición dentro del espacio, en el que se transforman y metamorfosean.
Desde Barcelona, la autora comenta el proceso creativo de sus libros, en una entrevista generosa en detalles que revela parte del rico universo de Lemniscates.
Tus libros tienen un cuidado especial, desde el trabajo con los textos y las ilustraciones, hasta la elección del formato, ¿cómorelacionarías esos elementos con los contenidos que propones: naturaleza, transformación, ciclos vitales?
Para mí los recursos formales, las palabras y las imágenes son el vehículo de expresión de una idea y de un sentimiento. La génesis de un libro surge de forma natural a partir de una intuición, y esa intuición, cuando comienza a tomar forma, normalmente trae consigo la necesidad de ser expresada a través de una forma determinada que va de la mano de su propia índole y naturaleza. El hecho de poder escribir, ilustrar y diseñar mis libros, me permite escuchar esa índole especial que pertenece a cada historia y a cada personaje, y hacer lo posible por plasmarla de forma que todos los recursos formales confluyan armónicamente. Con esa intención, y por ese motivo, nació el estudio Lemniscates.
Filemón y Baucis y Dédalo y Perdiz son dos relatos que adaptaste del libro Metamorfosis, de Ovidio. ¿Qué te cautivó de esas historias?
Las Metamorfosis es un libro apasionante y muy inspirador. Las transformaciones se suceden en el libro una tras otra, es su denominador común; porque aunque encontramos un gran abanico de historias y personajes diferentes –algunos aparecen sólo un momento, otros se van encontrando de nuevo– todos se transforman. ¡Y la plástica en la descripción de esas transformaciones es bellísima!
Pero, además de eso, lo que más me cautiva de la obra de Ovidio es que las historias que contiene, además de fantásticas –las aventuras y desventuras de dioses y diosas, de ninfas, de animales– son al mismo tiempo humanamente cercanas. La forma de contarlas de Ovidio las hace humanas. Siempre hay, en medio de la historia más inverosímil, ese pequeño detalle de lo cotidiano que te acerca. Por ejemplo, de Filemón y Baucis está repleto de esos momentos. En esta historia, a la transformación le precede una serie de situaciones que te hacen identificar de la forma más natural con los personajes: es como si entraras tú mismo en escena. Por ejemplo, cuando Filemón le acerca una palangana con agua tibia, para los cansados pies, al caminante que acaba de recibir. Ese alivio todo el mundo lo conoce. La recreación de cómo los dos viejecitos preparan la cena para su inesperado huésped está repleta de detalles, como la morcilla colgada del techo, o el hecho de que la mesa cojea de una pata y la forma como la arreglan. El relato tan amoroso y descriptivo de ese recibimiento convierte, sin que te des cuenta, a la humilde casa en un palacio —por cierto mucho antes de que lo haga al final del libro de forma explícita— y a la humilde cena en un banquete. El extraño, el extranjero, se convierte aquí en un invitado especialísimo.
¿De qué manera crees que las reflexiones que suscita la lectura de las Metamorfosis siguen vigentes?
Son historias basadas en temas mitológicos, en arquetipos que están en la base de nuestra cultura, por lo tanto su humanidad los hace eternos y al mismo tiempo contemporáneos. Filemón y Baucis es un excelente ejemplo. La historia comienza con la llegada al pueblo de un caminante extraño, un extranjero que busca cobijo: “A las mil casas llama y pide acogida. Las mil casas le cierran la puerta”.
Cuando trabajaba en el texto del libro (hace ya unos seis o siete años), poco pensaba de qué forma tan terrible se volvería actual esa imagen. Las migraciones masivas que estamos viviendo, el tema del extraño, del extranjero y la importancia de la hospitalidad, cada día son más vigentes. Vemos cómo en la actualidad se siguen cerrando de forma general las puertas al extranjero. Pero no lo olvidemos: ¡aún existen muchos Filemón y Baucis!
En Dédalo y Perdiz hiciste un ejercicio bastante arriesgado: condensaste tres historias de las Metamorfosis para contar un solo relato. ¿Cuál fue el hilo conductor que te permitió realizar ese ejercicio?
En cada versión mía del texto he querido añadir alguna idea y no limitarme a versionar para el público infantil unas historias para adultos. Además, algunas de esas historias son ya muy conocidas, como la de Dédalo e Ícaro, por ejemplo, y me pareció necesario, además de versionar, dar un giro a la historia o añadir algún contenido nuevo.
En el caso de Dédalo y Perdiz, me ha gustado utilizar esta historia para reflexionar sobre el uso de los propios talentos; sobre las diferentes formas de aplicar el ingenio, en este caso. Así vemos cómo Dédalo pone su ingenio al servicio de complacer a los poderosos, lo cual le acaba metiendo en muchos líos. Y también vemos cómo, para salir de ellos, necesita crear otros inventos que finalmente lo arrastran hacia la desgracia. Perdiz, por el contrario, no busca complacer a nadie; de forma natural emplea su ingenio en crear objetos sencillos que hacen la vida más fácil y mejor a todos.
En tus adaptaciones de las Metamorfosis, ¿qué elementos conservas de Ovidio y cuáles son más bien parte de tu reescritura?
En el trabajo del texto, he intentado mantener ese tono humano que tanto me gusta de Ovidio, y también su ritmo. He mantenido también la narración en presente, que da mucha fuerza al relato, y no me he podido resistir en mantener algunos adjetivos y la forma de usarlos delante del nombre.
Por mi parte, he intentado hacer el lenguaje más sencillo y, como te decía, añadir alguna cosa a la historia o utilizarla para presentar un tema, aunque éste se muestre de formas diversas. En el caso de Filemón y Baucis es el amor —el amor de pareja, el amor al extraño, el amor por las cosas— y el poder del sueño. En el caso de Dédalo y Perdiz, es el don, el ingenio en ese caso, y las formas en que puede aplicarse.
Dos libros que siguen una línea similar son Árboles y El jardín mágico. En ambos mezclas ficción con información. ¿Hay algún tipo de subordinación de un lenguaje por sobre otro? ¿O bien intentas que tanto la expresión poética como la información se entrecrucen de forma natural?
En esos dos libros, y en todos mis libros, predomina la forma de expresión poética, pero para mí eso no impide que hable de cosas reales. Mi intención es que la expresión poética se entrecruce con la información de forma natural. De hecho no es difícil que eso suceda porque, y El jardín mágico es un ejemplo, muchas veces la realidad supera la ficción. En ese libro le estoy diciendo a los niños: “Mira con atención lo cotidiano, es mucho más fantástico y mágico de lo que parece a simple vista”.
Me pareció importante que esa magia, una vez percibida, no quedase en algo únicamente poético y hermoso, sino que fuera algo real y práctico, con un motivo de ser y una función. Por ejemplo, explicar el porqué de la danza de las abejas o la comunicación de los árboles a través de las raíces.
Estos dos libros tienen una marcada intención ecológica. Pretenden incentivar la curiosidad y el amor de los niños por la naturaleza, el interés en conocerla, y por tanto respetarla y amarla. Este es un ejemplo de lo que respondía en tu primera pregunta: para mí la expresión poética es el vehículo para hacer esa realidad, que es, al mismo tiempo, mágica.
En tus ilustraciones se puede ver una preocupación por lo análogo, que guarda estrecha relación con los contenidos de los libros. Es posible ver la mano del ilustrador en cada detalle, lo que le otorga una gran carga casi simbólica. ¿Podrías comentar un poco tu técnica?
En estos cuatro libros se definen claramente dos técnicas: los dos libros de la colección sobre las Metamorfosis, transmiten sobriedad —por el tipo de historias que cuentan, por su antigüedad y por su origen— y me pedían una expresión formal “diferente”, por decirlo de alguna manera, de la del álbum ilustrado en general. Eso me llevó a utilizar una técnica y unos colores sobrios, básicamente el negro, que le dieran ese aire un poco arcaico. La técnica utilizada es la de vaciado; parto de una superficie en negro y voy sacando material para crear la imagen. Esto lo realizo con planchas de linóleo y madera, y también de forma digital.
Árboles y El jardín mágico, por el contrario, requieren una expresión exuberante, más color, más textura y una composición más pictórica. Aquí trabajo inicialmente creando monotipos; es decir, pinto en una superficie lisa e imprimo esa imagen en un papel. Luego con esos monotipos trabajo en collage y finalmente acabo la imagen digitalmente.
Queremos seguir leyendo y admirándonos con el trabajo de Lemniscates. ¿Qué proyectos tienes en carpeta? ¿Podrías compartirnos algunas ideas?
En estos momentos estoy terminando una nueva historia recogida en las Metamorfosis, nuevamente sobre el amor, pero también es una historia que enlaza con la naturaleza, con el origen de las estaciones del año… ¡mejor lo dejo ahí!
Además, estoy trabajando dos proyectos más en la línea de Árboles y El jardín mágico, que siguen la línea de lo ecológico. Y, por último, estoy ilustrando un texto de otro autor que es afín a esos temas.