De viaje con Peter Sís

Por Pablo Álvarez, editor de Ekaré Sur

El día que Peter decidió disfrazarse de Robinson Crusoe, todos sus amigos, los más fieros piratas del colegio, se burlaron de él. Y Peter se sintió mal y se fue a la cama sin cenar. Y la cama de Peter se transformó en un barco, empujado por una vela que era un libro. Y navegó a la deriva, hasta llegar a una isla que se transformaría en su mundo entero.

El día que Madlenka notó que uno de sus dientes estaba suelto, dio un grito de felicidad y decidió contárselo a todo el mundo. Literal. Así que bajó corriendo las escaleras y dio una larga vuelta a la manzana porque ahí estaba el mundo entero.

La obra de Peter Sís puede entenderse como una fascinación por el viaje y la aventura. Todos sus libros constituyen, en alguna medida, una forma de viajar. Desde los libros informativos como The tree of life (la vida de Charles Darwin), Starry Messenger (sobre la vida de Galileo Galilei), hasta los más experimentales, como Tibet: through the red box o el formidable libro El coloquio de los pájaros. Una vasta obra conformada por más de una veintena de libros de autor, otra veintena de libros ilustrados por su pluma, varias medallas Caldecott, siete veces el mejor libro ilustrado del New York Times, el Hans Christian Andersen 2012, si hasta ganó un Oso de Oro en Berlín por un corto animado. Es que el afán creador de este artista es infatigable.

De su magnífica obra, Ediciones Ekaré ha traducido dos libros que entran perfectamente en su catálogo: Madlenka y Robinson. El primero, un rescate de una obra relativamente nueva, pero fundamental, que había desaparecido del mercado hispano. El segundo, su más reciente libro, que tiene en sus entrañas el motor que moviliza la obra de Sís.

Madlenka y el diente extranjero

A Madlenka -diminutivo de Marie en checo- se le aflojó un diente. Baja corriendo las escaleras y se da una vuelta a la manzana, que es el mundo entero. No importa que vaya a dar la vuelta al mundo sola: a Madlenka se le soltó un diente, es decir, ya es grande. Y en su primer viaje sola se encuentra con puros amigos conocidos: el italiano que vende helados, el indio que vende periódicos, el latinoamericano -lamentablemente Madlenka no especifica de dónde- que vende frutas y verduras. Todos representan una parte del mundo, su riqueza y diversidad cultural. En cada uno de ellos, Madlenka además tiene un amigo.

Madlenka es una suerte de ventana al mundo. Precisamente justo en el centro del libro, un troquel funciona como ventana. Esta pequeña intervención en algunas páginas, permite un entretenido juego que anuncia una parte del todo. En cada interacción de Madlenka con sus amigos, la ventana muestra un fragmento del universo que envuelve a su amigo, un símbolo que representa, en parte, su cultura. Al dar vuelta la página, vemos desplegado todo ese universo, todo un sistema de referencias que lo representa.

El encanto de este libro radica en varios puntos: la sencillez, la candidez del personaje, el talento de la ilustración para representar parte del mundo en símbolos y una manzana en el centro de Nueva York. Hay una síntesis importante, muy bien lograda, que resume un viaje largo, casi interminable. Pero al mismo tiempo hay una iniciación: la caída del diente y la primera salida de Madlenka, un viaje de exploración.

Robinson: la lectura como refugio

Peter y sus amigos son apasionados aventureros. Para ellos, todo lo que pasa a su alrededor se puede convertir en una épica hazaña. Pero lo que más le gusta a esta pandilla son los temibles piratas. Por eso, el día que anunciaron la fiesta de disfraces del colegio, no hubo ninguna duda de cómo irían. Aunque la madre de Peter tenía una idea mejor: que se disfrazara de su personaje favorito, el valiente Robinson Crusoe. Él iba feliz con su traje de piel y la cara pintada, pero no tuvo el éxito que esperaba: cuando llegó a la fiesta, un barco lleno de piratas asaltó la embarcación del aventurero, sus mejillas enrojecieron y vio cómo su nave se hundía. A partir de ese momento, se refugió en su solitaria y tropical isla.

La vida en una isla despoblada, si se tienen cubiertas las necesidades básicas, puede ser muy apacible. Así lo comprobó Peter, que aprendió a convivir con los animales, buscar su alimento y construirse un hogar. Aprendió también a sentirse fuerte y valiente. Pero los piratas siempre están al acecho, y la isla particular puede ser invadida en cualquier momento.

Aquí es donde se juega la capacidad de Peter para resolver sus problemas y conflictos. Afortunadamente no necesita de un frasquito de colores donde guardar la pena, la rabia, la humillación, la vergüenza y la confusión. No, Peter necesita de su libro favorito y la voluntad de experimentar la soledad, el desamparo, entender la confusión. Vivir su isla, como una nueva aventura, y dejarse invadir por los piratas.

Un faro en medio de la nada

Peter Sís es un romántico, uno de los últimos sobrevivientes de una raza casi extinta: la de los autores que se detienen a contar una historia, que entiende el viaje como el principal motor y base fundamental de la literatura infantil.

Con el viaje como excusa, la obra de Sís recorre el mundo. Frente a eso nos preguntamos, ¿qué puede aportarnos un libro de viajes en la era de la hiperconexión? Los grandes viajes, la época de los descubrimientos en el mundo terminó, está extinta, y Sís parece ser el último representante de esa raza que desapareció junto con los viajes exploratorios. Al leer con detención Robinson y Madlenka nos queda la idea de la necesidad irrenunciable del viaje. Para el pequeño Peter, viajar es un refugio y un aprendizaje. Para la pequeña Madlenka, una manera de convivir con el extranjero, y con su propia condición de extranjera. Ya quisiera el lector, como Madlenka, bajar las escaleras y encontrarse con alguien en la fuente de Neptuno, o en algún rincón de la inmensa República Popular China, o en una playita medio escondida, medio paradisiaca, como Choroní.

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