Miedos, miedos y más miedos

¿Y si cuando me presento delante de todos se me olvida la melodía? ¿Y si ese crujido que escucho es un fantasma debajo de mi cama? ¿Y si mi hermano menor se queda con todo el amor que tiene mi mamá? Los miedos, en la infancia, abundan (bueno, y en la adultez también, pero se supone que las personas ya cuentan con las herramientas para poder desafiarlos y superarlos).

El miedo a la oscuridad, a lo desconocido, a hacer el ridículo, son tan normales y cotidianos en niños y niñas como los cuentos que los abordan. La especialista Brenda Bellorín señala que los libros álbumes, por su naturaleza visual y narrativa, resultan muy efectivos a la hora de representar emociones que en otro lenguaje podrían resultar abstractas.

“Sobrellevar la sensación de indefensión que generan tantas novedades y cosas sobre las que no se tiene control no es cosa fácil. La literatura puede ser reparadora al brindarse como un espacio para la representación en el que el niño puede verse reflejado, pero con la distancia necesaria para sentirse a salvo en su proceso de elaboración”, explica Bellorín (en este artículo indispensable).

Revisando nuestro catálogo, nos encontramos con muchísimos ejemplos de álbumes que, directa o indirectamente, ofrecen ese refugio, ese espacio seguro para leer el mundo y sus desafíos. Y claro, para enfrentarse cara a cara con ese miedo incómodo que los más pequeños recién aprenden a identificar.

¿Qué se hace con el miedo?

Alejandro Zambra contó, en el lanzamiento de Mi opinión sobre las ardillas, su primer libro álbum, que la historia había surgido de una experiencia personal con su hijo Silvestre. Caminando por el parque de Chapultepec, en la Ciudad de México, el niño le preguntó por qué siempre le apretaba más fuerte la mano cuando veía una ardilla, si acaso le daban miedo. “Para salir del paso le dije que no estaba acostumbrado a ellas… pero es difícil engañarlo, y al final preferí asumirlo y confesarlo”, dijo el escritor. Al protagonista del libro no le han dicho la verdad, aunque no es necesario: él sabe que lo que tiene su papá es miedo. Un miedo que él no entiende ni comparte, pero dice que está dispuesto a apoyarlo hasta que se le pase.

Algunos adultos les tienen miedo a las ardillas (pocos, convengamos), pero otros no le tienen miedo a nada, como el papá de la protagonista de La Giganta. Es un caballero, usa armadura y parte sin titubear a salvar al mundo de una peligrosa giganta. Su hija se queda sola, sola en una isla al medio del mar. Él no vuelve y ella no lo duda: tiene que ir en su rescate. Es pequeña, la giganta es muy mala, pero ella quiere estar con su padre y no dejará que nada la detenga. ¿Qué se hace con el miedo? Se lo enfrenta, parece decir esta imperdible historia de Anna Höglund.

Todos me miran

Momo llega con el ceño fruncido a su primera presentación en Concierto de piano. El corazón le late muy de prisa y en su mente repite como un mantra: “Todo saldrá bien, todo saldrá bien”. Que levante la mano el que no se reconozca en esta maravillosa historia de Akiko Miyakoshi, donde la imaginación (y muchísimos ratones) conduce a la protagonista a esa confianza que necesita.

Peter, en cambio, está seguro de que va a arrasar con su disfraz de Robinson Crusoe. Por eso se siente como se siente cuando sus amigos, vestidos todos de piratas, se ríen de él. Su deseo de huir es tan fuerte, que consigue viajar a una isla remota y solitaria. Y no solo llega hasta allá, sino que logra subsistir con sus buenas ideas. Esa confianza en sí mismo le permite luego enfrentar sin miedo a sus amigos, y perdonar. Tan especial como la historia tras Robinson, es el hecho de que está basada en una experiencia real de su autor, Peter Sís, que al final del libro muestra una foto suya disfrazado y cuenta todo lo que aprendió con la experiencia.

¿Dos son multitud?

En Yo puedo, la autora sudafricana Susan Winter nos presenta a un niño que ya es grande. Se puede vestir solo, nadar sin flotador y hacer acrobacias. Su hermana, en cambio, es chica. Ella no puede hacer nada tan bien como él. Ni siquiera puede ver monstruos en la noche… pero lamentablemente, él sí. Una historia sobre los desafíos de crecer que termina con dos hermanos acurrucados. Hoy es ella quien lo acoge en su espacio libre de monstruos, mañana será él quien tenga que enseñarle algunas cosas.

A pesar de que su hermano es baboso, aburrido y tiene mal olor, la mamá de Carolina Cocodrilo está loca por él. Y eso es una injusticia que ella intentará resolver lo más pronto posible; quizás encuentre un hermano justo a su medida en la tienda de bebés. El miedo ancestral a ser reemplazado por otro, tiene en El Cambalache, de Jan Ormerod y Andrew Joyner, una bajada donde el humor y el absurdo llevan a nuestra celosa protagonista a ver las cosas desde otra perspectiva.

Miedo con todas sus letras

“Antenoche estuvo el Malo, ronco, peludo y feo, que me quería comer”, le dice a su madre el protagonista de Tú no me vas a creer. El pobre lo pasó pésimo hace un par de noches, tuvo que enfrentarse a cosas horribles, pero cuando apareció su mamá, el Malo retrocedió y todos sus temores se espantaron. Una historia trepidante y tierna de Jaime Blume e Irene Savino, que entra de cabeza en un mundo de miedos: a la noche, a los malos, a estar lejos de casa, a que piensen que mentimos. Pero en esa pesadilla hay también una certeza: “Estando tú a mi lado nada tengo que temer”.

El bosque está lleno de monstruos y fantasmas. Eso al menos piensan Sapo, Pata y Cochinito, que atribuyen los ruidos de la noche anterior a cosas espeluznantes. Liebre no cree que nada de eso exista, pero confiesa su propio temor: que le pase algo a sus amigos. En Sapo tiene miedo se identifica el miedo, se reconoce el miedo, se habla sobre el miedo. Un libro ideal para abrir conversaciones.

“El miedo es uno de los grandes protagonistas de la LIJ. Su encarnación en lobos, monstruos o fantasmas permite a los lectores elaborar emociones primarias como el temor al abandono o a lo desconocido”, escribe en un artículo de Gretel la reconocida especialista Teresa Colomer. Y justamente por su condición de protagonista en los libros para niños y niñas, esta lista de títulos y miedos podría seguir y seguir ampliándose. La invitación a revisar y compartir estas historias queda extendida. Y si se les abrió el apetito lector, aquí van más recomendaciones:

Pueblo frente al mar

“Hoy el mar está suave y tranquilo. Y bajo ese mar está mi padre. En la oscura galería, cava y saca carbón”.

Caperucita Roja y el Lobo Feroz

“-Buenos días, abuela -dijo. Nadie le contestó. Caperucita sintió miedo, pero no sabía de qué”.

Duerme, niño, duerme

“Duerme, mi niño, duerme, que mientras afuera sopla el viento, yo te leeré este cuento”.

Gorilón

“¡Auxilio! ¡Socorro! ¡Me atrapará! Me machacará y me molerá, me despachurrará y me destripará. ¡Y me zampará para el almuerzo!”.

Vamos a cazar un oso

“¿Quién le teme al oso? ¡Nadie! Aquí no hay ningún miedoso”.

Hora de soñar

“Pero… ¿y si es el Lobo Feroz con sus horribles garras?”.

Doña Piñones

“Y esta viejecita/ vivía asustada,/ todo lo temía,/ todo la espantaba”.

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